Gran sabor, menos llenura (????)

La primera función de un mercadeo exitoso es dar a los consumidores lo que quieren, Si quieren hamburguesas más grandes, hagan más grandes sus hamburguesas. ¿Bebidas de seis sabores de frutas? Hecho. ¿Minifurgonetas con diez portavasos? Póngales veinte. Hay que mantener satisfecho al cliente. Hay que modificar el producto y su mensaje para que supla sus necesidades si quiere establecer mercado y mantener a raya a la competencia.

Hoy día, esta misma mentalidad consumista ha invadido al cristianismo. ¿Dicen que el culto de la iglesia es demasiado largo? Pues acortémoslo (cierto pastor garantiza que sus sermones nunca duran más que siete minutos). ¿Demasiado formal? Vístase con ropa deportiva. ¿Demasiado aburrido? Espere a oir nuestra banda de música.

Y si el mensaje es demasiado agresivo, acusador o exclusivista, que asusta, que es increíble, difícil de entender, o demasiado lo que sea para su gusto, hay iglesias por todas partes que están ansiosas de ajustar ese mensaje para que usted se sienta más cómodo. En esa nueva versión del cristianismo usted es socio del equipo, diseñador de la vida de la iglesia, y se deja por fuera toda autoridad antiacuada, los sentimientos de culpabilidad, la responsabilidad y los absolutos morales.

Una iglesia envió hace poco una circular prometiendo «atmósfera informal y reposada con buena música de nuestra banda» y que los que asistan, «aunque usted no lo crea, se divertirán». Esto sería excelente si se tratase de un café o algo por el estilo, pero quienquiera que pretenda llamar a las personas al evangelio de Jesús con tales cosas como prioridades, las llama a una mentira.

Es cristianismo para consumidores, cristianismo ligero, redirección, cristianismo diluido e interpretación errónea del evangelio bíblico, en un intento por hacerlo más digerible y popular. Sabe muy bien al tragarlo, y cae bien. Parece que amortigua lo que siente, y le rasca donde pica; está hecho a la medida de sus preferencias. Pero esa ligereza jamás le llenará con el evangelio verdadero y salvador de Jesucristo, porque está diseñado por el hombre y no por Dios, y es vacío y no sirve para nada. A decir verdad, es peor que inútil, porque los que oyen el mensaje del cristianismo ligero piensan que están oyendo el evangelio y creen que están siendo rescatados del castigo eterno, cuando en verdad están siendo trágicamente descarriados.

El verdadero evangelio es un llamado a negarse a uno mismo. No es un llamado a la autorrealización. Eso lo pone contra la proclamación contemporánea del evangelio, en la que los ministros ven a Jesús como un genio utilitario. Uno frota la lámpara, Cristo sale y le dice que puede tener lo que se le antoje; uno le da la lista, y él lo cumple.

El defender el evangelio me ha puesto en una posición bastante difícil frente a algunos colegas que no quieren tomar la Biblia en serio. Siempre digo que las personas que van a nuestra iglesia, deben tener un corazón dispuesto a someterse a la Palabra de Dios, porque ese es el mensaje, sin adornos ni adulteración, que van a recibir cada vez que asistan. Si no están dispuestos a enfrentarse a la dura verdad de la convicción de sus pecados, la realidad dura y perturbadora de la negación propia, y las duras demandas de seguir a Cristo, no van a quedarse mucho tiempo.

Continuará…

Tomado de «Díficil de creer», pastor John Macarthur.

Esperamos su comentario en el blog, y espere la siguiente parte, le aseguro que lo hará pensar, nos vemos y bendiciones.

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