Empecemos por nosotros mismos

Buenos días mis queridos hermanos, amigos, visitantes, miembros, nos juntamos nuevamente, encontre un lugar o huarique (restaurant encondido por algún lugar) en donde venden buen café, no tan bueno como Starbucks, pero se deja tomar, pero eso si pastelitos de primera, ya les dejare algunas fotos, como la presente con su donnita, bueno me puse a estudiar algo, con respecto a la reflexión del post anterior y debemos de seguir, pero esta vez la reflexión debe de ser personal, por lo tanto mi amigo, si usted es lider, pastor, maestro, profeta, se cree apóstol, ujier, líder de alabanza, o tiene cualquier función en cualquier ministerio de alguna congregación, tenemos una responsabilidad ante Dios, por lo tanto, corra por un café (ya sabe a donde) un pan dulce, pastelito o pan con queso, Biblia en mano, papel y lápiz para tomar notas y empecemos.

Para cada uno de los nombrados arriba (si, para usted también) es necesario que la obra de la gracia salvadora sea completa en tu propia alma. Cuídate no vayas a carecer de aquella gracia salvadora de Dios que ofreces a los demás, desconociendo la obra eficaz del Evangelio que predicas; y no sea que mientras proclamas al mundo la necesidad del Salvador, en tu propio corazón lo desconozcas y pierdas tu parte en El y en los beneficios de su salvación. Cuídate de morir mientras avisas a los demás contra el peligro de muerte, y de morir de hambre mientras preparas su comida. Aunque existe la promesa a efectos de que «los que enseñan la justicia a la multitud» brillarán como las estrellas (Dan. 12:3), esto presupone que ellos mismos la han aprendido primero. En términos sencillos, su propia sinceridad de fe es la condición de la promesa de mayor gloria. Muchos han exhortado a los demás a no caer al infierno a la vez que ellos mismos corrían allá; más de un predicador que clamó muchas veces a sus oyentes para que escaparan de la condenación, están ahora en el infierno. ¿Acaso resulta razonable imaginar que Dios le salvara a uno por ofrecer la salvación a los demás mientras él mismo la rechazaba; o por contar aquellas verdades a los demás que él mismo dejó de lado o de las cuales abusaba?. Más de un sastre que hace trajes caros para los demás anda vestido con harapos; y más de un cocinero apenas se lame los dedos cuando prepara platos suculentos para otros. Créanme, hermanos míos; Dios nunca salvó a nadie por ser predicador, por muy capacitado que fuera, sino por ser justificado y santificado, y por consiguiente, fiel en la obra de su Maestro. Por tanto, examina primero tu propia vida, (yo tambié lo voy a hacer) y asegúrate de que eres lo que incitas a tus oyentes a ser, y crees lo que los persuades a creer, y acoges bien al Salvador que ofreces a los demás. Aquel que te mandó amar a tu prójimo como a ti mismo quiso decir que te amaras a ti mismo, y no que te odiaras y destruyeras a ti mismo y a ellos.

Es terrible profesar la fe sin ser santificado, pero peor es el estado del ministro sin santificar. ¿No te hace temblar el abrir la Biblia, por si leyeras tu propia condena?. Cuando escribes tus sermones ¿se te ocurre que estás trazando acusaciones contra tu propia alma?. (Richard Baxter – El pastor renovado).

Mis amigos, aquí lo dejamos, seguiremos más adelante con este punto, hoy mejor vayamos a nuestro cuarto y a solas con Dios, pongámonos a cuentas con el creador de nuestra vida y empecemos a caminar y a hacer la obra, como le decía al principio, esto es para todos, no para el que se sienta al lado suyo, sino para usted y lógicamente para mi. Nos vemos pronto, bendiciones y recuerde, su vida eterna esta en juego.