Buenas noches o tardes o días, dependiendo de la hora en que usted ingrese por estos lares, bueno no se vaya corriendo porque no encontró lo que usted buscaba, le puedo asegurar de que si nos sigue, por lo menos al final de la primera lectura, dira que ha pasado un buen momento, no somos como los escritores cristianos de ahora que hablan mucho y dicen poco, nosotros hablamos mucho y no decimos nada, total siempre lo dejo al criterio del visitante, si algo lo hizo pensar, si se va enojado con nosotros por lo que ha leído, ya hemos logrado la razón por la cual se creo este su blog, tratamos de hablar la verdad, duela a quien le duela, enoje, quien se enoje, total decir la verdad siempre incomoda, como siempre, estoy con mi Starbucks en la mano, me trajeron un pancito con queso cotija (queso duro, seco y con mas sal de la necesaria, pero que me gusta mucho por lo que vamos dando muerte al pan juntamente con el queso), no encontramos Tramizu, mucho menos pan dulce y si pido a estas horas, por aqui en el momento que escribo este post son las 11:44 pm me ahorcan en casa, entonces de tripas pan y queso, pero empecemos como siempre digo: es una conversación entre amigos o conocidos o curiosos, como usted desee, yo por lo menos lo escribo con cariño y deseo de salir, de este silencio que es escribir solo. Nuestra conversación de hoy girará sobre el punto de ser esclavos, o siervos o seguidores o amos de Cristo. (Si, hay de todo y muchos creen que no es así).
En el Nuevo Testamento una y otra vez se nos indica que los verdaderos creyentes deben de someterse a Cristo completamente (y muchos lo repiten y hasta lo creen, pero no lo cumplen) y no solo como siervos contratados o empleados espirituales, mucho menos como simples buscadores de milagros, o como algunos que caminan detrás de la herencia de las bendiciones de Cristo porque nos dicen que somos coherederos con El, sino como quienes pertenecen por entero a El. Se nos pide obedecerlo sin preguntas y seguirlo sin reclamos. Jesucristo es nuestro Amo, un hecho que reconocemos cada vez que lo llamamos «Señor». Pero muchas o en casi su totalidad solamente son expresiones de la boca para afuera o cuando estamos pasando necesidad o en un domingo cuando el predicador nos movio los cimientos de las emociones y gritamos a todo pulmón que somos cristianos hasta que nos retiramos a nuestros aposentos y nuestra vida solo dice que somos fervientes hinchas del equipo ganador. Somos sus esclavos, (aunque usted no lo crea, pero ojo somos esclavos aquellos que verdaderamente lo seguimos hasta las últimas consecuncias) llamados para obedecerlo y honrarlo humilde e incondicionalmente. Y si usted por esas casualidades de la vida empieza a leer la historia de la Iglesia, este era el común denominador, los primeros martires cada vez que se les preguntaba por lo que eran, todos tenían la misma respuesta «soy cristiano», algunos hablaban un poco más al respecto: «soy esclavo de Cesar» pero «soy un cristiano que ha recibido la libertad de Cristo mismo» otros decían «soy un hombre libre, esclavo de Cristo». Le suena todas estas afirmaciones conocidas o le son extrañas, escucha usted algo parecido en la congregación en donde usted se reune algunos días a la semana, yo le aseguro que no, porque esta gente que murio declarando ser cristianos hasta la el último aliento de su vida, verdaderamente vivían su cristianismo con un compromiso digno de imitar, pero díficil de realizar por nosotros, sino, simplemente siga leyendo y con un espejo en la mano, mire si lo que hablamos aquí es un reflejo de lo que se vive.
Hoy en las iglesias no escuchamos mucho acerca de este concepto. O usted escucha y ve en quien lo dice que es realidad el concepto de «soy esclavo de Cristo», con todo lo que esto significa. En el cristianismo contemporáneo se habla de cualquiera cosa menos de la terminología esclavo. Se habla del éxito, de la salud, de la riqueza, de la prosperidad, del crecimiento ministerial, de hago esto para la Gloria de Dios (¿sera?) y de la búsqueda de la felicidad. Con frecuencia escuchamos que Dios ama a las personas incondicionalmente y que quiere que sean todo lo que ellos quieren ser, que quieren que cumpla cada deseo, esperanza o sueño. Hemos llegado a extremos de que nos dicen que debemos decretar, ordenar, visualizar, nuestros sueños para que Dios empiece a actuar y mover los hilos necesarios para que podamos recibir todo aquello que soñamos. La ambición personal, la realización personal,la gratificación personal, el triunfo, el exito, el reconocimiento personal, todo esto ha llegado a ser parte del lenguaje del cristianismo evangélico, y parte de lo que significa tener una «relación personal con Jesucristo». Nos han enseñado desde los pulpitos de que el ser
cristiano nos dá derecho a pedir todo lo que necesitamos, a que las puertas se nos deben abrir, a pensar de que como somos hijos del rey, debemos vivir como tal, por ello no hay nada que no podamos conseguir tan solo pidiendolo, en oración. En lugar de enseñar el evangelio del Nuevo Testamento, donde se llama a los pecadores a someterse a Cristo, el mensaje contemporáneo es exactamente lo opuesto: Jesús está aquí para cumplir todos tus deseos. Llegando hasta contarle a Dios hasta tres para que nos entregue nuestra lista de pedidos como si fuera el Papá Noel de nuestra vida y como nos hemos portado bien, debe entregarnos todos nuestros regalos, que si damos el diezmo, El Señor tiene la obligación de multiplicar 100 por 1 lo que hemos dado y cientos corren a comprar sus milagros por cuatro centavos que una y otra vez desde el pulpito nos declaran y hasta intimidan, de que si no das serás maldecido, nos enseñan que El quiere vernos felices y la felicidad viene dada por tener todo lo que anhelamos y si no recibimos es porque pedimos mal porque estamos pidiendo miserias en vez de pedir como hijos del rey. Equiparándolo a Dios, a un ayudante personal o a un entrenador particular, al genio de la lampara maravillosa con turbante y todo, muchos asistentes a las iglesias hablan de un Salvador personal que está deseoso de cumplir sus peticiones y ayudarlos en sus esfuerzos de autosatisfacción y logros personales. Nada
más alejado de lo que está en las Escrituras.
La comprensión del Nuevo Testamento acerca de la relación del creyente con Cristo no podría ser más opuesta. Él es el Amo y Dueño. Nosotros somos su posesión. Él es el Rey, el Señor y el Hijo de Dios. Nosotros somos sus objetos y sus subordinados. Lea mi querido amigo con detenimeitno la Biblia, entienda que es ser verdaderamente discípulo de Cristo, entienda el costo de seguirlo, de lo contrario nos venimos engañando cada día que asisitimos a la congregación y nos hacen levantar las manos como si con eso engañásemos a Dios, la entrega no es de sentimientos ni emociones, es de vida completa, no el domingo, es todos los días, no es para pedir, sino para entregarse totalmente a Cristo. En una palabra, nosotros somos sus esclavos.
Esta es una palabra díficil de comprender y de asimilar «esclavo» y es que tenemos la idea de acuerdo a la historia: siempre un esclavo era aquella persona mal nutrida, tratada como un animal, a la que podía inclusive el amo matarla y nada pasaba, porque se tenía el derecho total sobre su vida, creemos, que el ser esclavos es lo peor que se nos puede ocurrir, pero mi amigo el esclavo que solo hace lo que le dice su Amo, es aquel que obtendra la vida eterna, aquel que vivirá por toda la eternidad al lado de su creador.
Bueno mis amigos nos vemos, como siempre les digo, mi casa esta abierta para poder estudiar la Biblia, Los Evangelios, Romanos tan solo para empezar, pero en forma seria, no creyendo que somos los amos, sino sabiendo que somos esclavos que deseamos aprender del Maestro, los espero, yo pongo el café. Cuidense, bendiciones y nos vemos muy pronto.